Entramos en Baviera

Las casas pintadas, el río, el puente, hay algo vagamente familiar… ¿La calle Bétis? No, es Würzburg.  No os preocupéis es más fácil escribirlo que pronunciarlo. Aunque tiene nombre en castellano como todas las ciudades importantes, ahora, o en época del Sacro Imperio Romano Germánico. 

Nos quedamos en un parking que tiene una área de 30 plazas reservada para autocaravanas, pero que había sido desbordada: ¡contamos 70 autocaravanas de más!.

De buena mañana nos despierta el tráfico fluvial y por la noche la magia de una central eléctrica nos acompaña.

Würzbug fue una ciudad, un territorio, en el que el poder lo ostentaban los principes-obispos. No eran los únicos, esta organización politico-territorial contó con gran éxito en Europa central hasta la disolución del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806 por Napoleón. Encontré este mapa que corresponde a poco antes de la Revolución Francesa.

Para darse cuenta del poder y la riqueza que manejaban, decir que para su Residencia, entre otras obras, encargaron pintar un fresco en el techo de la escalera principal. Esta obra mide 600m2. Y se lo encargaron nada más y nada menos que a Giovanni Battista Tiepolo. Tres años estuvieron él y su hijo mayor para acabarlo, con la ayuda de otros pintores y ayudantes, claro. Por supuesto no dejan hacer ninguna foto y esta es robada. 

El hecho de no poder hacer fotos te obliga a contemplar, casi con obstinación, para así intentar  que te quede algo en la retina. O comprar un libro, como hicimos, y así poderos mostraros algo de lo que vimos para que podais haceros una idea. Por ejemplo, el trozo que se ve debajo mide unos 20 metros, en sentido horizontal, y es la presentación de Europa al principe-obispo… toma ya ego.

Estan representados, además, el arquitecto-constructor de la Residencia, Baltasar Neumann, y los Tiepolo, padre e hijo. A ver si los encontráis.  Los pintores están en la siguiente foto.

La pintura es impresionante por el tamaño y también por la calidad. Los escorzos son tremendos. Pero lo mejor, en mi opinión, son los pasajes de unos colores a otros, de las zonas claras a las densas… No se cansa uno de mirar, pero sí de tener el cuello hacia atrás. Se agradecería que imitaran a los gestores del palacio Barberini, en Roma, que tienen habilitados unos sofás redondos, donde la gente, cual pétalos de margarita, se echa a contemplar los techos sin romperse el cuello.

Pero quizás en Wurzburgo ya están acostumbrados a mirar hacia lo alto. Sus iglesias son muy altas, lo que les da un plus de espiritualidad. Hace dos años, cuando visitamos la mitad norte de Alemania ya nos llamó la atención y pensamos que era resultado del contenido espíritu protestante, pero parece que los católicos también construyeron así. ¿Algún comentario al respecto?

De allí nos fuimos a Bamberg, ciudad de la que no habíamos oido hablar hasta este viaje. Bamberg NO fue arrasada en el 45 y por lo tanto todos sus monumentos antiguos son verdaderamente antiguos y no reconstituidos, como en la mayoría de Alemania. Y se nota una autenticidad que tranquiliza. El ayuntamiento viejo, en un islote del rio Regnitz, no es más que una muestra.

Los principes-obispos de Bamberg también se gastaban los cuartos en Residencias, con sus rosaledas y en la ornamentación de las iglesias. En la siguiente foto se parte de la Residencia nueva.

Y esta es, parte de, la Residencia vieja, que con la nueva y la catedral conforman una plaza de dimensiones enormes.

Tanto nos gustó Bamberg (y el camping donde nos quedamos) que decidimos visitar Nuremberg haciendo un viaje de ida y vuelta en tren.

Nuremberg había sido una ciudad simbólica para el partido nazi y ese fue el motivo principal para que se celbrase allí el famoso juicio a los dirigentes del Tercer Reich, tras el final de la II Guerra Mundial. Debido a ese simbolismo se especuló sobre la posibilidad de no reconstruir nada de lo destruido por los bombardeos aliados. Al final se optó, parece ser, por una reconstrucción parcial.

La primera sorpresa que tuvimos es que la parte antigua está amurallada y flanqueada de torres.

Y tiene, obviamente un castillo, desde donde las vistas son espectaculares.

Hay muchas casas de muchos pisos, que posiblemente indican la gran población con la que llegó a contar la ciudad… y el poder económico de la misma.

En la ciudad la iglesia de Nuestra Señora es curiosa tanto por fuera como por la distribución interior. Y además su carrillón que nos deja boquiabiertos.

Acerca de misoldemedianoche

Hacemos este blog, de vez en cuando, para contar a nuestros amigos que hemos visto en nuestros viajes (por ahora sólo dos y medio) al Norte europeo.
Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

6 respuestas a Entramos en Baviera

  1. Julio Rancel dijo:

    Estupendo y precioso reportaje.
    Sobre la gran altura de muchas torres de iglesia, hay una versión que nos dieron en las clases de historia del Colegio Alemán, pero al mismo tiempo diciéndonos que era una interpretación no confirmada al 100%. Con esas alturas la Santa Madre Iglesia -y sus barandas episcopales, fueran católicos o luteranos- daban una señal de poderío, tronío, señorío y aquí-mando-yo. Como Cayetana de Alba con la peineta.
    Por eso, explicaban, allí donde se creó una burgiesía ciudadana rica y por lo tanto poderosa, que le hacía la competencia a Su Eminencia local, se introdujo la construcción de torres tan altas, o incluso más, que las eclesiales. Son los llamados «beffroy» en Bélgica y norte de Francia -que al fin y al cabo fue Flandes, osease, «Bélgica», hasta que Luis XIV se los quitó-nos lo quitó (porque por entonces los españoles lo habían herededado). Las torres municipales, de ayuntamientos (Bruselas) o de lonjas de mercaderes (Brujas) o ciudadans (el Belfort de Gante), o incluso las más modestas de Namur o Gembloux, eran la respuesta de los burgueses: «aquí también mandamos nosotros, por muy Eminencia que sea Usía». Y su valor no era sólo simbólico, sino militar y econímico, pues eran también torres vigía -que solían tener una guardia permanente- para avisar de la llegada tanto de ejércitos o mesnadas cuyas intenciones fueran dudosas, o de caravanas importantes con mercancías.
    Como digo, no es que sea una versión certificada de la manía de las torres, pero es una versión muy repetida. Y hubo hechos que corroboran esa versión, como cuando los burgueses de Lieja se rebelaron contra su Príncipe-Obispo. No destruyeron el palacio, que hoy en día es sede de la audiencia y de servicios provinciales, sino la catedral de San Lambert y, sobre todo, sus altas torres,. que como las del dicho, «cayeron».

    • Gemma dijo:

      Gracias por tus comentarios, son siempre interesantes y amplían la percepción que tenemos de una realidad muy desconocida.

      Más allá de que parezca un tópico, en Alemania todo tiende a ser de grandes dimensiones. La gente, hombres, mujeres y niños “bien despachados”. La comida con unos platos tremendos, tanto que a menudo optamos por compartir uno. Las cervezas por contra solo nos las dejamos probar, y ¡¡¡cada uno la suya!!!

  2. Julio Rancel dijo:

    … y siempre me olvido de corregir lo escrito, así que está lleno de erratas. Mi fe en mi habilidad con el tecleo es patética.

  3. Isabel Fuentes dijo:

    Qué bonitas ciudades! Da gusto leeros. Besos

Deja un comentario